Clasificando los gases y nuestra percepción.
Los otros causantes del cambio climático en la atmósfera
Por: Clemente Álvarez
A menudo, se suele reducir el problema del cambio climático a las emisiones de CO2 lanzadas a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles (las que salen de los tubos de escape de los coches, de las chimeneas de las centrales eléctricas convencionales, de las cementeras…), pero existen otros gases y compuestos relacionados con las actividades humanas que también influyen en el clima de planeta. Estos son los principales:
-Dióxido de carbono (CO2): Es hoy en día el enemigo nº1 del medio ambiente y a la vez un gas fundamental para el planeta. A pesar de su mala fama, se trata de un gas no tóxico que liberamos al respirar o que nos bebemos en forma de burbujas en bebidas carbonatadas. El problema es el gran aumento de su concentración en la atmósfera a causa de las actividades humanas (sobre todo, por la quema de combustibles fósiles), lo que provoca que el planeta retenga más calor del Sol y que esté aumentando la temperatura de la superficie terrestre de forma acelerada. A menudo se suele hablar de CO2 equivalente, una medida que engloba al conjunto de los gases que producen este efecto invernadero (GEI). Si se divide el total de estas emisiones del país(1) por el número de habitantes, sale que se emiten algo menos de 8 toneladas de CO2 equivalente por cada español, cerca de la mitad que un estadounidense, pero bastante más que un chino o un indio (como curiosidad, una tonelada de CO2 equivale a una esfera de un tamaño mayor que un autobús de dos pisos). De estas casi 8 toneladas de cada español, alrededor de un 80% corresponden específicamente al CO2 y el resto a los otros gases de efecto invernadero, fundamentalmente, al metano y óxido nitroso, seguidos de hidrofluorocarburos (HFCs) y, en mucha menor medida, de hexafluoruro de azufre (SF6) y perfluorocarbonos (PFCs). -Metano (CH4): Es el mismo gas natural que se utiliza en muchas casas para la calefacción o en algunas cocinas. Se genera por la putrefacción de compuestos orgánicos en ambientes con poco oxígeno o también dentro del sistema digestivo del ganado rumiante (vacas, corderos…). Las principales fuentes relacionadas con la actividad humana de este gas son la ganadería, el uso de estiércol o los vertederos. De acuerdo a la edición de 2011 del inventario de estos gases, el CH4 representó el 9,90% de las emisiones de efecto invernadero generadas en 2009 en España, una cantidad nada despreciable. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el efecto de calentamiento del metano es 25 veces superior que el del CO2 para concentraciones iguales (en un horizonte temporal de 100 años). Como explica Xavier Querol, profesor de investigación del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (del CSIC), esto quiere decir que una parte por millón (ppm) de metano calienta 25 veces más que una parte por millón de CO2. Sin embargo, la concentración en la atmósfera de uno y otro gas es muy diferente: la del metano es de 2 ppm, mientras que la del CO2 es de unas 390 ppm. Según detalla este investigador, el efecto de calentamiento de estos gases en la atmósfera se determina por lo que se denomina forzamiento radiativo, que en el caso del metano es de 0,48 vatios por m2 (W/m2), mientras que en el del CO2 es de 1,66 W/m2. -Óxido nitroso (N2O): Conocido como gas de la risa, el N2O utilizado con fines anestésicos es otro de la lista negra de los compuestos de efecto invernadero. Se puede generar en los suelos agrícolas, por los aportes de nitrógeno de fertilizantes. Según el inventario de gases de GEI, las emisiones de N2O supusieron el 7,13% de las emisiones de efecto invernadero de 2009 en España, siendo su origen principal la agricultura. El óxido nitroso tiene un poder de calentamiento global 300 veces superior al del CO2, aunque su concentración en la atmósfera es muy inferior: 0,3 ppm. Como incide Querol, su efecto de calentamiento es de 0,16 W/m2. -Los gases fluorados (HFCs, PFCs, SF6): Estos gases fluorados empleados en la industria tienen un poder de calentamiento en la atmósfera todavía mucho mayor que los anteriores. El ejemplo más extremo es del hexafluoruro de azufre: una parte por millón de SF6 calienta 22.800 veces más que una parte por millón de CO2. Afortunadamente, su concentración en la atmósfera es muy pequeña. El hexafluoruro de azufre, un gas utilizado como aislante en sistemas de distribución de electricidad, que cuando se inhala provoca en la voz el efecto contrario que el helio (vídeo), ha aumentado sus emisiones en España un 224% entre 1995 y 2009. Con todo, el peso de estos compuestos en el conjunto de los gases de efecto invernadero del país sigue siendo realmente reducido: un 2% en el caso de los hidrofluorocarburos (HFCs), un 0,10% en el del SF6 y un 0,08% en el de los perfluorocarbonos (PFCs). Los de mayor importancia, los HFCs, son gases que suelen estar almacenados en el interior de aparatos (como refrigerantes), por lo que a diferencia de los gases anteriores, no son liberados a la atmósfera si no se produce una fuga. Como incide el investigador del CSIC, el efecto de calentamiento de los HFCs es de 0,32 W/m2 y el del SF6, de 0,017 W/m2. -Aerosoles: Los gases anteriores no son tampoco los únicos elementos de la atmósfera que están influyendo en el clima del planeta. También intervienen las partículas en suspensión (los aerosoles atmosféricos), que pueden ser muy variadas: simple polvo, aerosoles marinos, algunos contaminantes, como el material carbonoso, el sulfato o el nitrato… Como incide Querol, es conocida la importancia de estos aerosoles, pero se tiene un conocimiento científico muy inferior al de los gases de efecto invernadero en cuanto a su efecto en términos cuantitativos. Según el profesor de investigación del CSIC, se estima que el efecto de calentamiento global en la atmósfera hoy en día es de cerca de 1,6 W/m2. Ahora bien, este podría ser todavía mayor, hasta alcanzar los 2,5 W/m2, si no fuera por la existencia de estas partículas en suspensión que actúan en la atmosfera como barrera para una parte de la radiación ultravioleta. Es decir, que en lugar de calentar, enfrían. Por un lado, tienen un efecto directo de enfriamiento de -0,5 W/m2, ya que determinadas partículas reflejan luz y reducen la radiación sobre la superficie, pero, por otro, estas partículas resultan igualmente imprescindibles para que se formen las nubes, que a su vez también reflejan la luz ultravioleta y suponen otro -0,7 W/m2. Estos procesos en la atmósfera resultan muy complejos para los científicos. De hecho, unas de estas partículas en suspensión, el carbono negro o hollín, generado por los coches diesel o por la combustión de biomasa o de combustibles fósiles, no refleja la radiación, sino que la absorbe, lo que supone de nuevo un efecto de calentamiento (0,2 W/m2). Las interacciones en la atmósfera son muchas y complejas. Como comenta Querol, esto puede provocar efectos colaterales no buscados con algunas políticas de lucha contra el cambio climático. Por ejemplo, cuando se dan ayudas a vehículos que emiten menos CO2 que pueden incentivar la compra de coches diesel, lo que a su vez puede aumentar la generación de hollín. O cuando para reducir también el CO2 se favorece la instalación de calderas biomasa en zonas urbanas con mala calidad del aire (cuando este investigador opina que son mucho más idóneas para zonas menos urbanizadas). ¿Qué opción escoger: actuar contra el CO2 o contra la contaminación? “Las mejores políticas son aquellas que reducen el consumo de combustibles (sea fósiles o no fósiles), ya que se consigue disminuir tanto el CO2 como los contaminantes urbanos”, responde Querol.
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